Dhampiro (Dhampir, Dhampyr, etc) es una raza de vampiros de la confusa
mitología gitana. Sus leyendas se expandieron por Rumania y los
Balcanes, e incluso sobreviven en la indiferente Albania.
El Dhampiro es un vampiro híbrido. Es decir, la cruza entre una mujer
humana y un vampiro de sangre pura. Ubicar sus historias en el mapa es
sencillo. Más complejo es comprenderlas, ya que el Dhampiro, al menos en
una de sus facetas legendarias, no es enemigo de los humanos, sino un
cazador de vampiros.
Según esta variante, los Dhampiros cazan y se alimentan de vampiros, a
quienes odian prolijamente. Tienen una vida relativamente corta, al
menos para los estándares vampíricos, debido a que carecen de estructura
ósea. En cambio, poseen una especie de gelatina licuefacta que, dentro
del cuerpo, funciona como esqueleto. Según el monóglota y podólogo
argento, el profesor Lugano, los Dhampiros están sostenidos por su
propia fauna cadavérica, ya que los procesos naturales que conservan las
células se detienen gremialmente al momento de morir.
Las aldeas rumanas respetaban sinceramente a los Dhampiros. Usualmente
era nómades, vagabundos sin patria ni techo que recorrían las comarcas
cazando vampiros y recolectando suculentas ofrendas de los campesinos.
No heredan ninguna de las facultades sobrenaturales de los vampiros,
salvo el hecho respetable de andar, comer y beber estando muertos.
Envejecen a un ritmo frenético, casi cinco veces más rápido que los
humanos.
Los Dhampiros siguen el rastro migratorio de los vampiros. Cuando ubican
una aldea infectada de No-Muertos se dirigen a las autoridades
ofreciendo sus servicios. Una vez acordados sus honorarios, el Dhampiro
se dirigía a la plaza central de la aldea, emitiéndo un desafío a viva
voz. Por alguna razón que los vampirólogos han decidido omitir, los
vampiros siempre aceptaban el desafío, y se acercaban al sitio acordado
bajo una forma traslúcida. Los Dhampiros, viejos conocedores del
folklore rumano, sabían cómo detectar a un vampiro invisible utilizando
una hoja de fresno bajo sus propios ojos o -vaya a saber uno por qué-
colocando su camisa al revés.
Detectado el vampiro, la lucha es breve y sangrienta. Los Dhampiros no
necesitan atravesar el corazón de sus enemigos. Los masacran a
dentellada limpia y consumen hasta el último rescoldo de sus cuerpos.
La edad media reconoció a los Dhampiros como seres útiles para las
comunidades rurales. Sus honorarios fueron debidamente consignados por
las autoridades. Incluso existen casos documentados de Dhampiros que
contrayeron matrimonio por iglesia. En Bulgaria se dio un entorno menos
amigable. Se los acusaba de raptar mujeres vírgenes y de poseer
habilidades amatorias infernales. Las damas ligeras de cascos, por otra
parte, los utilizaban como excusa para dar cuenta de sus embarazos no
deseados.
A mediados del siglo XII Rumania se vio envuelta en una verdadera plaga
de Dhampiros. Estaban en todas partes. Las aldeas los recibían casi
diariamente. Un cura escéptico de la ciudad de Giurgiu no dudó al
sugerir que los Dhampiros no existen. En cambio, propuso la existencia
canallas que se hacían pasar por Dhampiros y cretinos que se acostaban
con la mujer del vecino.
Lo cierto es que los Dhampiros sobrevivieron hasta bien entrado el siglo
XX. El último documento oficial que los menciona data de 1959 y
proviene de Kosova. Al parecer, un Dhampyr continuaba activo en aquella
región, limpiando las aldeas de indeseables hematófagos a cambio de unos
pocos leus. Fue él quien dio cuenta de la última leyenda de Dhampiros
de la que se tiene conocimiento.
Según aclaró a sus allegados, debía ser enterrado boca abajo en el
sarcófago. De lo contrario, moriría en la tumba como Dhampiro,
retornando luego como un vampiro convencional. Las autoridades locales
siguieron al pie de la letra estas recomendaciones, e incluso añadieron
otra: construirle un regio ataúd de hierro.
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